A los hombres, sus derechos y nada
más; a las mujeres, sus derechos y nada menos.
Susan B. Anthony
Soy feminista. Y lo soy por una razón en
particular: porque me muevo en bicicleta, y promover que otras mujeres también
lo hagan es la idea de mi lucha social y ya sabemos que todas las luchas
sociales empiezan con una idea. También soy feminista porque el feminismo tiene
que ver con todo, y hay tantos feminismos como experiencias de mujeres hay en
el mundo, con el mundo y, mi feminismo pedalea por las ciudades. Por eso soy
feminista.
Y es que el feminismo es ver la vida y todo lo que
sucede desde una clave de igualdad (o desigualdad) en función del sexo asignado
desde que nacemos. Y, es el género[1],
la perspectiva de género, la que pone en evidencia esa desigualdad entre
hombres y mujeres[2], a
través de los roles diferenciados: cómo nos movemos, quién es más fuerte, cómo
usamos el espacio, quién tiene el poder, cómo nos comportamos... Y, moverse en
bicicleta, no está exento de esos estereotipos en relación al género.
La movilidad en bicicleta es feminista
cuando, al revisar la perspectiva de género, nos damos cuenta que no es neutra.
Y no lo es porque el diseño de las vías por dónde circulamos en bicicleta, las
mismas para la circulación vehicular motorizada (en el caso de muchas
ciudades), se ha configurado a partir de las experiencias de tránsito de los
hombres[3],
de lo “masculino” y que, además, pone en riesgo y peligro las experiencias de movilidad
de las mujeres[4]. Tampoco
se tienen en cuenta otras variables como la edad, la identidad sexual, la clase
social, la maternidad, la nacionalidad. Y, toda esa interseccionalidad y formas
de vivir los espacios de manera diferente, influyen en las experiencias que
tenemos al movilizarnos.
Si la cicloinfraestructura fuera feminista y, en general,
el espacio público, entonces las necesidades tanto de hombres y mujeres se
tomarían en cuenta para proporcionar el cuidado, la seguridad, la interacción y
cooperación, como una comunidad que habita y se mueve por un espacio urbano, en
igualdad y satisfacer las necesidades. Esto, sin duda alguna, se traduce
también en empoderamiento y autonomía de la ciudadanía. Y es el feminismo el
que nos permite analizar con claridad este fenómeno. Pero, sigamos hablando de
bicicletas.
El ciclismo no parece una práctica concebida para
las mujeres. No lo es por varias razones, algunas históricas, otras más
actuales, pero igual de estereotipadas. Históricamente el lugar habitado por
las mujeres fue (es) la casa, como madres, hijas, hermanas. Y la bicicleta, por
su naturaleza de movimiento, es un objeto de la calle, pertenece al espacio
público[5],
es decir, donde más se evidencia la hegemonía del poder de los hombres para
elegir, para decidir, para imponer su visión de mundo, sus necesidades y sus
deseos.
Por supuesto, en relación a la movilidad urbana, todo
esto va de la mano del carro privado, la forma de transporte más privilegiada desde
los gobiernos, muy por encima de la promoción de la bicicleta como medio de
transporte. Es como si los carros representaran a los hombres[6]:
se les dio poder en las vías para sostener un sistema capitalista que también
ha influenciado la organización del territorio y el diseño de las ciudades.
Movilizarse de esta manera, en estas condiciones,
puede ser muy hostil[7]
y aún mas para un vehículo tan vulnerable, como la bicicleta. Esa violencia es
exhaustiva, injusta y desequilibrada. Y por esto también los feminismos: por el
derecho a vivir el mundo en igualdad, sin violencias en la vía, no en sintonía
de un mundo patriarcal, ni que nadie condicione nuestra movilidad.
Y la bicicleta, como vehículo, rompe de frente con esa
hegemonía, aunque el diseño de cicloinfraestructuras tampoco sean neutras.
Muchas veces las cicloinfraestructura se implementa sin estudios sociales de
fondo, y, mucho menos, sin tener en cuenta roles sexo-genéricos. Sumado a esto,
como pasa también en muchos de nuestros
territorios, son los hombres quienes están dando forma a la cultura de la bici
en las ciudades, a su voluntad y experticia, sin contar con la participación de
las mujeres ciclistas[8].
Ilustración: La bicicleta, de #TheLittleLabs
Desde el ciclismo urbano feminista y los análisis
con enfoque diferencial por género, se pueden analizar las experiencias de
ciclismo como un punto de referencia que ponemos en consideración en comunidad
para repensar la cultura de la movilidad, transformar la realidad, aportar al
desarrollo de políticas públicas, y, por supuesto, a animar que más mujeres se
sumen a usar la bicicleta para movilizarse, por una vida urbana en clave de
igualdad.
BONUS
TRACK: POR UNA MOVILIDAD DESDE LA PERSPECTIVA FEMINISTA
Blanca Valdivia
Gutiérrez, del colectivo Punt6[9] de
Barcelona, sugiere tener en cuenta los siguientes aspectos, para una movilidad
con perspectiva feminista:
· Ser una movilidad
multimodal, que contempla peatones, bicicletas, transporte público y autos, en
ese orden.
· Privilegiar los
recorridos peatonales para apoyar un tejido urbano funcionalmente diverso.
· Contar con estaciones
de transporte público adecuadamente equipadas para los peatones.
· Que en recorridos
extensos incluyan baños públicos.
· Incluir carriles para
bicicletas y espacios de guardado.
· Brindar accesibilidad
física integral.
· Incluir elementos
básicos para recorridos accesibles, como lo pudieran ser bancos para sentarse.
· Accesibilidad y
rentabilidad económica del transporte público.
· Tener en cuenta la
diversidad de necesidades, ritmos, cuerpos y estados de salud, tanto físicos
como mentales.
· Una movilidad
totalmente segura; que brinde autonomía y libertad para usa los espacios
públicos con tranquilidad.
Ilustración tomada de https://hardknoxbikes.com
[1] Como categoría social.
[2] Hombres y mujeres cisgénero.
Hombres y mujeres transgénero.
[3] El diseño de las vías responde a
la necesidad de tránsito de los hombres: trayectos pendulares, donde se
privilegian la velocidad y los largos desplazamientos, y no tiene en cuenta los
desplazamientos poligonales, propios de las mujeres, quienes además de
movilizarnos al trabajo o al estudio, también tenemos viajes a razón del cuidado
de otros.
[4] No olvidemos que el miedo que
genera circular en bicicleta por una calle no pacificada, moverse de noche,
percibir la oscuridad en lo público, estar a merced de la cultura de la
violación y la percepción de inseguridad que también limita los desplazamientos,
todas estas situaciones de conflicto, no son otra cosa que armas del
patriarcado.
[5] Por esto fue trasgresor cuando
las mujeres empezaron a usar la bicicleta, desafiando las conductas sociales de
finales del siglo XIX y los roles y vestuarios asignados por aquella sociedad.
Recordemos que fue la bicicleta, precisamente, el primer vehículo que le
permitió a las mujeres salir solas de sus barrios, sus comunidades. Solas o
juntas, pero sin paternalismos. De frente, rompiendo con los paradigmas.
[6] Y es que en toda esa lógica, ¿no
les parece una tremenda casualidad que sea un carro uno de los primeros
juguetes que se le regala a un niño?
[7] Hoy muere más gente mientras se
transporte, que en un conflicto político.
[8] Tampoco es casual, por ejemplo, que
en el activismo de la bicicleta, se evidencien más los liderazgos masculinos,
que los femeninos y que además, entre ellos, potencien sus liderazgos.
Excelente reflexión, me gustaría estar al tanto de tus post pero el link para suscribirse está roto.
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