Cuando Thomas
Stevens llegó a Yokohama, el 17 de diciembre de 1886, llevaba en sus piernas mas
de 13.500 millas. Acababa de ser la primera persona en hacer la vuelta al mundo
en bicicleta. Salió de San Francisco a las 8 de la mañana del 22 en abril de 1884; cruzó los
Estados Unidos, llegó a Europa vía Liverpool el 9 de abril de 1885 y, desde allí, se dirigió a Asia, a Afganistán, donde arribó en marzo de 1886. Durante su viaje tuvo problemas, asuntos de burocracia y mal tiempo, que ayudaron a
crear la épica de un viaje que resultó histórico para sus coetáneos.
Diez años después, aún todo el mundo hablaba de su hazaña. Lo que había hecho no era nada
sencillo y muchos querían imitarlo e, incluso, superarlo. ¿Quién lo podría superar? ¿Cómo? y, ¿en cuánto tiempo? Puede ser que, haciéndose
estas preguntas o jugando con el convencimiento de quien se cree
superior, y buscando una victoria que creían segura, dos adinerados del Club de Hombres de Boston hicieron una apuesta: no habría mujer capaz de hacer lo que hizo Steven y, en caso de que lo pudiese
igualar, debía tardar la mitad del tiempo que aquel pionero de las dos ruedas. El
reto estaba a punto: vuelta al mundo en 15 meses, con sus respectivas paradas
en consulados americanos para demostrar que la participante seguía la ruta. ¿El
premio? 10.000 dólares de la época, pero con la condición que la participante pagara sus gastos del viaje, unos 5.000 dólares. Nada despreciable en aquel tiempo en el cual el salario anual era de 1.000 dólares.
No se conocen muy bien los motivos, pero Annie Cohen Kopchovsky fue la escogida. Nacida en una familia judía en Letonia, llegó de niña a los Estados Unidos. Lo que podría parecer anecdótico y poco probable tomaba importancia en una ciudad donde el antisemitismo era mayoritario y, por supuesto, la sociedad era machista. Este hecho, combinado con la inexperiencia de Annie sobre las dos ruedas, parecía llevar al desastre la aventura de esta chica de poco mas de 45 kilos y 160 centímetros. Pero, lo asumió y dejó en Boston a un marido y a tres hijos pequeños.
Inició su hazaña el lunes 25
de Junio de 1894. Quinientas personas se reunieron en la Cámara de Representantes de Boston para despedir a Annie Cohen. Sin embargo, su hermano Bennett, no la acompañó a la despedida, porque le pareció una "falta de respeto" su decisión. Antes de salir, el primer acuerdo. Annie presentó oficialmente un arreglo publicitario: la
empresa de agua Londonderry Lithia Spring le pagó 100 dólares a cambio de poner una placa en la bicicleta y cambiarse el apellido. Desde aquel día va a ser
Annie Londonderry. Con una única muda de recambio y un revolver, comenzó la
aventura.
De Boston fue a Providence, Nueva York y, desde allí, a Chicago. Pero algo pasaba. El 11 de octubre de
1894, el New York Times anunció que acababa el viaje. Las primeras
rutas no habían sido fáciles y Annie creyó que no podía. Antes de retomar el
camino de vuelta, decidió cambiar su falda por unos pantalones bombachos, unos "bloomers" y la
bicicleta de mujer por otra menos pesada. Así el camino a casa sería menos
duro. Arrancó y se sintió diferente: fuerte
y rápida. Entonces dio una segunda oportunidad a la aventura. Quedaban once meses. El
24 de Noviembre de 1894, de nuevo en Nueva York, subió a un barco francés, La Touraine, para
desembarcar en Europa, Le Havre, el 3 de Diciembre.
LO
QUE COMENZÓ COMO UNA APUESTA, LLEVÓ A ANNIE LONDONDERRY A CONVERTIRSE EN UN
SÍMBOLO Y REFERENTE PARA EL MOVIMIENTO FEMINISTA DEL SIGLO XX
Luego, Europa y Asia. Cuentan las crónicas de la época que, cuando Londonderry cruzó Marsella, en enero de 1895, la
multitud estaba en la calle para ver cómo aquella mujer pedaleaba con una
pierna vendada, a causa de un intento de robo y con la bandera de los Estados
Unidos ondeando en su bicicleta. Si bien la falta de información hace confusas algunas
etapas, parece que es allí donde Annie tomó otro barco, el Sidney, para ir a Asia.
El Sidney atravesó el Mediterráneo hasta el Canal del Suez, e hizo algunas parada que le sirvieron a Annie para visitar Egipto, Palestina, y así cruzar el Yemen hasta llegar a Singapur. A mediados de
febrero puso los pies en Saigon, actual Ho Chi Minh, en Vietnam. De allí llegó a Port Arthur, donde vivió muy de
cerca la primera guerra sino-japonesa, por el control de Corea. La etapa en China fue muy confusa. Annie dijo, a su llegada, que allí fue prisionera y vio cómo un soldado japonés bebió la sangre de un preso chino. Verdad
o no, estas historias eran contadas por la prensa sensacionalista americana, que vio en Annie a una estudiante de derecho, a una muchacha huérfana con una herencia importante y, decían cualquier cosa, evidentemente falsa, que pudiera vender. Y ella aprobó estas historias. Sabía que necesitaba hacer ruido para poder pagarse la aventura.
Atravesó Siberia con su bicicleta hasta Vladivostok. Cruzó Corea, pasó por Nagasaki y llegó a Yokohama, donde un 9 de marzo tomó el barco que la llevó de vuelta a San Francisco. El 23 de marzo de 1895, dos meses después de salir de Marsella, llegó de nuevo a los
Estados Unidos.
Era la última etapa; parecía que le quedaba poco viaje, pero fue al salir de San Francisco, cuando sufrió unos de los peores accidentes de su aventura. Mientras pedaleaba
acompañada de otro ciclista, un caballo que arrastraba un carro los embistió. La caída le provocó heridas
en las manos, la cara y quedó inconsciente. Esto, sin embargo, la dejó solo dos días fuera de juego y luego pudo continuar su aventura por California y Arizona, siempre
siguiendo las vías del tren, que le permitieron no perderse y, a la vez, tuvo acceso a las estaciones que había a lo largo del recorrido.
Las ganas de Annie
eran imparables. A 61 millas de Yuma, Arizona, se le reventó una rueda. Esto pudo ser motivo para dejar de lado la aventura, pero ella se cargó la bicicleta al hombre e incluso rechazó la ayuda de un tren que se detuvo para llevarla el tramo que le faltaba. Quería llegar y demostrar que se podía.
De El Paso, Londonderry enfiló hacia Nebraska, esta vez sí con la ayuda de un tren. La prensa lo justificó por la gran cantidad de barro que había en el camino. Precisamente después de eso, y cuando ya estaba en Iowa, un segundo accidente pudo terminar la aventura. Un grupo de cerdos se cruzó y la hizo caer. Se rompió la muñeca. Sin embargo, el 12 de septiembre llegó a Chicago, donde había comenzado por segunda vez, acompañada de dos ciclistas que conoció en Iowa. Habían pasado 14 meses y 18 días. Le sobraban 13. Había ganado. Terminaba la aventura.
Y después del reto, con 10.000 dólares en el bolsillo, Annie se marchó con su familia
a Nueva York. Allí, bajo el título de "La Nueva Mujer", se dedicó a escribir artículos para el New York World. Había
demostrado que se podían cambiar las cosas y romper los paradigmas. Con todo, murió en el anonimato, en 1947.
De Londonderry vale la pena
quedarse con el inicio de su primer escrito en el diario neoyorquino que definió su forma de pensar: "Soy periodista y
una "nueva mujer", si este término quiere decir que creo que puedo hacer
cualquier cosa que un hombre puede hacer". Y pudo. Y, detrás de ella, muchas más*.
*Somos muchas más. #SoyCicloviajera
Traducción del texto original: La volta al món a dues rodes de la dona nova, de Jordi Collell.
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