En agosto de 2015, para recibir mis 33 años, hice uno de los viajes más importantes y reveladores de mi vida. Visité Chocó. Más exactamente, fui a Nuquí, más exactamente visité algunos corregimientos de Nuquí, pasando por Joví, Guachalito, Jorobirá, Utría, entre otros lugares maravillosos. Fui en compañía de un chico, un viajero y de otras dos mujeres, las tres con nuestras búsquedas, las tres en tránsito, las tres encontrándonos por primera vez.
En
Nuquí no solo descubrí un lado del país donde los turistas no han llegado a
dañarlo todo. También estuve, por primera vez, en un avistamiento de ballenas.
Ellas, viajeras por excelencia, vienen del sur a tener sus crías en aguas del
pacífico colombiano. Verlas en familia con sus ballenatos, enseñándoles sobre
la vida oceánica, bailando en el agua, asomando su cabeza, sus aletas, su
dorso, golpeando con la cola para sumergirse más profundo y, ese sorpresivo salto
de una ballena frente a nuestros ojos, fue una lección de vida. Este espectáculo ocurre de
agosto a octubre de cada año. Luego, de regreso al lejano Sur. La historia de un
tránsito continental.
Foto: Andrea María Navarrete - Nuquí, 2015.
Como
mencioné atrás, en aquel viaje también estaba en una búsqueda. No sabía
exactamente qué buscaba. Pero buscaba. Durante siete días caminé, nadé, comí
delicioso, paseé, navegué en lanchita, fui por el río, fui por el mar,
reivindiqué el amor libre, me dejé llevar por el poder de lo elemental: agua,
fuego, tierra, aire, naturaleza, mis lunas, el cosmos... Fueron días de
charlas, de sororidad, de fraternidad, de exploración, de vuelta al centro, del
encuentro con la fuerza elemental y sagrada: el mar, la selva, los ríos, el
cielo, lo humano. Encontré lo que buscaba. Una sola verdad: la vida puede ser
más sencilla.
No
solo fue la revelación de la liviandad de las ballenas en su viaje -ellas-solo-van;
también es la liviandad en la vida misma. Debía dejarlo todo y viajar, emprender
un tránsito de desapego y de aventura. Tenía que empezar a sacar, una a una,
las espinas del corazón. Abandonar los conflictos de la vida y las quejas que
me provocaron la academia, el biciactivismo y la docencia.
Foto: Andrea María Navarrete - Bogotá, 2016
Era
el momento de reconocer la suma de todos mis errores, observar con atención, reconocer,
de frente, mi historia y remendar cada quiebre, cada rasgadura, cada herida.
Soltar lo que no necesito para ganar algo más de fondo. Vender mis cosas.
Renunciar a los trabajos que se convirtieron en parte de una rutina, de un
estatismo vacío. Acercar a mis felinas a su nuevo hogar. Alistar mi bici, Arielita.
Preparar mi equipo. Y pedalear.
Foto: Jaime Moreno - Bucaramanga, 2015.
En
un trayecto inverso al de las ballenas que vienen de sur a norte, desde el 30
de enero, mis rutas van al sur. En un avistamiento encontré un camino de
reconciliación. En Arielita, llevo mi casa a cuestas y
voy libre por El Sur Bici-ble.
Foto: Andrea María Navarrete - Amazonía Ecuatoriana, 2016.
Gracias por compartir :)
ReplyDeleteBonito escrito hermanita. No olvide que de allí saldrá un super libro.
ReplyDeleteBonito escrito hermanita. No olvide que de allí saldrá un super libro.
ReplyDeleteEn tus escritos leo a una mujer que se raliza y encuentra su esencia y por tanto se hace una mujer inspiradora
ReplyDeleteEsta razon verdadera y diafana es la que prometiste contar antes de viajar.
ReplyDeleteEs valiente todo lo que haces y eres superlativamente valiente en tu disciplina de desprendimiento. Empiezas a nadar en un oceano de posibilidades para un libro emocionante, pleno de experiencias y lecciones de vida. Un gran abrazo.!
Esta razon verdadera y diafana es la que prometiste contar antes de viajar.
ReplyDeleteEs valiente todo lo que haces y eres superlativamente valiente en tu disciplina de desprendimiento. Empiezas a nadar en un oceano de posibilidades para un libro emocionante, pleno de experiencias y lecciones de vida. Un gran abrazo.!