Érika Delgado era bumanguesa y se fue a trabajar a
Bogotá. También era ciclista urbana y creía en la movilidad alternativa. Érika,
la noche del 12 de mayo, pedaleando, encontró la muerte en plena carrera séptima
con 54, arrollada por un bus dual de Transmilenio que la embistió cuando ella
intentó seguir su camino pasando por la izquierda de otro bus, que había
aparcado en plena vía. Esa escena, aunque fue en otra ciudad, no es ajena a
nuestro contexto.
A diario, los y las ciclistas estamos enfrentados a
abrirnos paso por la izquierda y no por gusto, sino porque toca. Otra, meternos
al andén y vulnerar también la vida de peatones. Sino, cambiar de vehículo, lo
cual es contraproducente con la cantidad de carros y motos que diariamente
entran a circular y porque estamos convencidos de las bondades del uso urbano
de la bici. Conclusión: solo tenemos opciones de alto riesgo, consecuencia de
la indiferencia.
En nuestros recorridos vamos encontrando vehículos
motorizados mal aparcados, y no solo uno, sino que es una constante durante
todo el trayecto. Y es que de un tiempo para acá, las vías son el parqueadero
de quienes creen que pueden dejar su medio de transporte justo frente al lugar
donde necesitan hacer lo suyo: comer, comprar, pagar, etc., y, aunque eso tiene
multa, no parece ser una medida de control y la conciencia ciudadana no les da
para darse cuenta del error.
Así pues, la invasión del espacio público por parte
de conductores de vehículos motorizados es un fenómeno urbano que sí pone en
riesgo a peatones y ciclistas. Y, de paso, intensifica la necesidad de quienes
nos movemos en bici, de tener espacios exclusivos en las vías, o de que la
ciudad genere condiciones para circular de manera segura, porque todo el tiempo
estamos en medio de los carros y en hora pico la situación empeora.
Los y las ciclistas, muchos nos habrán escuchado,
como no tenemos bici-carriles ni ciclo-rutas, y sí más de 65 señales que
prohíben nuestra circulación, hablamos de compartir la vía, de pacificar el
tránsito y exigimos a viva voz y pedaleando nuestro derecho a movernos en
bicicleta por la ciudad. Sin embargo, compartir la vía es también un ejercicio
de tolerancia por parte de todos;
implica atención de quienes conducen, educación ciudadana y también el
desarrollo de una política pública que proteja al ciclista y le permita su
tránsito.
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