Me permito por primera vez compartir un texto que no es mío, todo a propósito de la #RodadaDeLuna de julio de Mujeres Bici-bles en la cual cuatro personas, incluyendo a una chica de la colectiva, decidieron pedalear desnudos en consecuencia de la libre expresión. El cuerpo desnudo atrae las
miradas, llama la atención y provoca reacciones a favor y en contra. Es el cuerpo y la bicicleta pidiendo reconocimiento en las
vías. Es el cuerpo y la bicicleta llamando la atención que necesitamos los
ciclistas para ser protegidos en las vías. ¿Qué hay subido a la bicicleta que
desconocen -cierran -pitan -roban -morbosean -ofenden -insultan -gritan y
trasgreden? Un ser humano. Como quien va tras el volante, como quien maneja la
moto, como quien se mueve en Metrolínea.
LA
LEGENDARIA BICI
Por:
William Kqa
“Cuando
veo a un adulto en una bicicleta, no pierdo las esperanzas por el futuro de la
raza humana”.
(H.G.
Wells)
Andar
sobre dos ruedas, disfrutar del paisaje, reencontrarse con el pueblo y acaso
con nuestro propio cuerpo. La humilde bicicleta -tal como la conocemos- comenzó
a rodar por el mundo casi en paralelo con la Revolución Industrial. Ahora, es
esta sencilla máquina, la que con modestia y coraje, lucha para liberarnos de
algunos desvaríos tecnológicos que vienen calentado el planeta más allá de lo
soportable.
Aquí, un
grito en defensa de ella, de las ciudades, de nosotros mismos. Tras ser un
vehículo muy útil, e instituirse como un medio de transporte bueno, bonito y
barato, es además subversiva. Frente a la aplastante amenaza de los carros,
raudos e insensatos, ponen la nota discordante, anti-sistema, radical. Se
oponen al calentamiento global, a la obsesión por el petróleo, a la degradación
de los ciudadanos y las ciudades. Puede decirse, por eso, que quizás la
bicicleta constituye el punto de equilibrio entre la fuerza humana y la
tecnología. Una escena vívida que revela cómo las dos ruedas de tracción humana
son capaces de derrotar, de la manera más clamorosa, a las máquinas tragonas de
combustible fósil o gas, se puede vivir casi cualquier día frente a un
atolladero de carros.
Mientras
crece la impotencia, el ceño fruncido de los choferes, uno pasa triunfal,
orgulloso de haber vencido con su bici el problema. El antropólogo francés Marc
Augé da pistas para entender esa sensación de victoria natural. “La bicicleta
-dice- es un objeto pequeño, incorporado y no un espacio habitado como el
automóvil”.
Los
carros encierran a la gente, la malhumoran, la vuelven impotente cuando surge
algo tan estúpido como un atolladero, frente al cual el hombre del volante no
puede hacer nada, más allá de mandar todo al carajo inútilmente. En el mundo
existen, actualmente, alrededor de ochocientas millones de bicis, quizás el
doble que de autos. Su contribución al cambio climático, en cambio, es mínima o
nula (salvo que se tengan en cuenta los gases de efecto invernadero que emiten
las fábricas que las producen). Una suerte de movimiento mundial comienza a
emerger detrás de su resurgimiento, con ánimos de sacudir realmente el tablero
global.
Los
países en los que más se usa la bicicleta son Dinamarca, Holanda, Alemania,
Suecia, Italia y España. En América Latina, México y Colombia lideran la
revolución bicicletera. Todo lo cual evidencia que el movimiento ciclístico
mundial comienza a gravitar en la política y los movimientos sociales. Lenta y
suavemente, aun cuando la clase política mundial parece tardar en darse cuenta
del enorme simbolismo de la bici. Numerosas leyes en varios países han recogido
el impacto de esta suerte de avanzada mundial en defensa de las bicis, pero
sobre todo en aras de un aire más limpio. El uso de esta máquina prodigiosa ya
forma parte de la agenda política ambientalista y podría tener una fuerza
suficiente para seguir transformando ciudades.
Entretanto,
la bicicleta, la humilde bici, continúa su batalla. Ya no solitaria y olvidada,
sino ahora algo más masiva e intrépida. Tiene nexos con la política y las leyes
y va calando lentamente en el corazón ciudadano, tan cansado de vivir en jaulas
de cemento inhumanas. El modesto aparatito está propiciando una revolución ya
no tan silenciosa. Está gritando, desde su humildad, que el mundo puede ser
recorrido de otra manera.
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