La
primera rodada por la fuerza de la autopropulsión configuró en mí una nueva
anatomía. Articuló, en ese sencillo sistema de rotación por la acción del
cuerpo, un híbrido de dos elementos de naturalezas opuestas, mujer y bicicleta,
un ente que aparece como una excepción para las formas de movilidad, en un
contexto donde esta unión era también un punto de excepción y también un punto
de fuga… La bicicleta y el cuerpo componen un oxímoron, el bípedo rodante.
Constituido
el híbrido, y por trece años, el proceso se ha revertido: el híbrido ha dejado
de ser el lugar de los desencuentros con los paisajes urbanos y esta fusión
lucha por transformarse en un lugar común. Empecé entonces mi crecimiento como
organismo vivo, el proceso de reincorporación a un ecosistema que se resiste a
la presencia de seres en bicicleta. Un pedaleo libre por la ciudad, en una
exploración que me envuelve en su geografía y me permite habitar el ecosistema
urbano; soy un andrógino de la velocidad: una velocidad que ha recuperado todo
esfuerzo humano y ha
superado lo que el automóvil no pudo: sentir el movimiento hecho carne.
Fortalezco
también mi presencia con la sinergia de otros como yo. De esos encuentros entre
bípedos rodantes se materializaron iniciativas ciudadanas, movimientos
sociales, colectivos que defienden y animan la presencia de más como nosotros
en las vías. Primero en Ciclaramanga con el ciclismo recreativo y la
institucionalización de los ciclopaseos un jueves y un domingo del mes y
también la bandera para mostrar en Findeter por ser Bucaramanga una ciudad
emergente con proyección sostenible (!). Luego Mujeres Bici-bles con el
ciclismo urbano, provocando que más chicas, sin importar la edad, se suban a la
bicicleta y también poniendo sobre la mesa, la mesa del alcalde, de la
dirección de tránsito, la mesa del ciudadano común y demás comensales asuntos
propios de una ciudad fatigada en su humo, estática en su caos vial e
indiferente a una forma de movilidad que no solo es recreativa y deportiva,
sino también urbana.
Converge
toda esta praxis y acciones reales pro-bici urbana también en este esfuerzo
individual y personal para ampliar la comprensión de una forma de organización
no jerárquica, ese sistema de correspondencias de una tecnología revolucionaria
que no se agota ni en su evolución, ni en su presencia en las vías y que,
gracias a la filosofía, tampoco se agota en su discurso.
Pedaleo,
entonces, con un evidente problema frente a mi ojos, el de la movilidad
alternativa en bicicleta, que no sólo se suple con la acción física del bípedo
rodante, solo o en colectivo, sino que también me di cuenta que tenía que
afrontar ese problema desde un ámbito más reflexivo, como el filosófico, que me
permitiera salirme del objeto y observar su naturaleza. Llegué al punto en el
cual me encontré con la necesidad de explorar teóricamente un problema hasta
entonces práctico y en el transcurso de esa exploración observar incluso la
reformulación del mismo: la movilidad posibilitada por el flujo de la
hibridación, en contradicción con la inmovilidad sustentada en el discurso
prohibitivo.
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