Friday, March 21, 2014

UNA BICICLETA PEDALEA ENTRE POEMAS


Llegaré al mar en bicicleta.
Jim Morrison

El epitafio de Jim Morrison, “Llegaré al mar en bicicleta”, es la metáfora de la posibilidad, del viaje, una poética de la movilidad. Como los poetas, los ciclistas urbanos también somos observadores del entorno. La bicicleta es un tablero, una esfera, un mandala, una forma de organización no jerárquica, un sistema de correspondencias, dos ruedas vivas. El pensar de un ciclistas es pedalear y su pasar es pedale-arte, porque la bicicleta es una tecnología revolucionaria y el que la entienda se va revolucionando hasta volverse un ciclótico. Como dice Beatríz Vanegas Athías, “la bicicleta era un acto de gratitud que los dioses tuvieron ante nuestra triste incapacidad de volar”. Hoy, en el día mundial de la poesía, la protagonista es la bicicleta. Estos son algunos poemas con bicicletas pedaleando entre sus versos. Al final, algunas imágenes para compartir...


LA BICICLETA CON ALAS – JOSÉ PEDRONI

La bicicleta un día va a volar.
La bicicleta de todos.
Ya lo verán.
Le están saliendo las alas.
Son de verdad.

El niño quiere que vuele,
y volará.
El niño irá por el aire
a comprar el pan;
dará una vuelta al campanario
de paloma y cal.
El niño y la paloma
sobre la ciudad.
El niño acompañando al ganso blanco.
Eso se verá.

Le están saliendo las alas.
Ven a mirar.
Mira como el lirio de los campos.
No pienses mal.

Las alas tienen miedo de algo.
Salen y vuelven a entrar.
Miedo de nosotros,
quizás.

Junto al caballo es que desciende el ánsar (1)
crepuscular.
Cuando me ve,
se va.
¿Quién soy?
¿Por qué se va?

Tan pronto los hombres
ganen la paz,
la bicicleta de todos
volará.
La que duerme en las puertas de los cines
volará.
La del cartero
volará.
La de la reina Guillermina, (2)
volará.
La mía _y tuya_
volará.
Por arriba del humo y de los cables
me verás.

La bicicleta tendrá un solo nombre:
Libertad.

El ángel de las aguas
ya no se irá.

Calle ancha del cielo
para mirar.
Flores que nunca vimos,
aquí, allá.
Habrá tiempo para mirar.
Cuánto tiempo perdido,
¡ay!

Tan pronto los hombres
dejen de guerrear,
la bicicleta del mundo
volará.

Todos los pueblos tendrán un velódromo
donde los niños correrán.
De allí alzarán el vuelo.
Darán una vuelta sobre el mar.
Si no lo hubiera
sobre el trigal;
si no lo hubiera,
irán donde lo haya y volverán.
Ir y volver
será como cantar.
Porque la bicicleta
tendrá alas de verdad.
La del cartero, la de la reina Guillermina.
Nadie se caerá.

Todo es cuestión que los hombres
Ganen la paz.


LA BICICLETA – MIGUEL ARTECHE

En rueda está el silencio detenido,
y en freno congelado la distancia.
Qué lejano está el pie, cómo se ha ido
la infancia del pedal sobre la infancia.

El reino del volante sometido
se borra con la sed que hay en la llanta.
La mano que no está tiene un sonido
de tanta ausencia y cercanía tanta.

Cuán remota la edad que en ti palpita
con las velocidades de tu cita,
y qué rápida estás con ser tan quieta,

tan inmóvil pedal dormido ahora
por la lluvia de ayer que te evapora
tu perdida niñez de bicicleta.


ODA A LA BICLETA – PABLO NERUDA

Iba
por el camino
crepitante:
el sol se desgranaba
como maíz ardiendo
y era
la tierra
calurosa
un infinito círculo
con cielo arriba
azul, deshabitado.

Pasaron
junto a mí
las bicicletas,
los únicos
insectos
de aquel
minuto
seco del verano,
sigilosas,
veloces,
transparentes:
me parecieron
sólo
movimientos del aire.

Obreros y muchachas
a las fábricas
iban
entregando
los ojos
al verano,
las cabezas al cielo,
sentados
en los
élitros
de las vertiginosas
bicicletas
que silbaban
cruzando
puentes, rosales, zarza
y mediodía.

Pensé en la tarde cuando los muchachos
se laven,
canten, coman, levanten
una copa
de vino
en honor
del amor
y de la vida,
y a la puerta
esperando
la bicicleta
inmóvil
porque
sólo
de movimiento fue su alma
y allí caída
no es
insecto transparente
que recorre
el verano,
sino
esqueleto
frío
que sólo
recupera
un cuerpo errante
con la urgencia
y la luz,
es decir,
con
la
resurrección
de cada día.


ESTA CIUDAD ES DE MENTIRAS – MARIO BENEDETTI

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las palmeras se doblen
a acariciar la crin de los caballos
y los ojos de las putas sean tiernos
como los de una Venus de Lucas Cranach
no puede ser que el viento levante las polleras
y que todas las piernas sean lindas
y que los consejales vayan en bicicleta
del otoño al verano y viceversa.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que nadie sienta rubor de mi pereza
y los suspiros me entusiasmen tanto como los hurras
y pueda escupir con inocencia y alegría
no ya en el retrato sino en un señor
no puede ser que cada azotea con antenas
encuentre al fin su rayo justiciero y puntual
y los suicidas miren el abismo y se arrojen
como desde un recuerdo a una piscina.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las brujas sonrían a quemarropa
y que mi insomnio cruja como un hueso
y el subjefe y el jefe de policía lloren
como un sauce y un cocodrilo respectivamente
no puede ser que yo esté corrigiendo las pruebas
de mi propio elogiosísimo obituario
y la ambulancia avance sin hacerse notar
y las campanas suenen sólo como campanas.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
O es de verdad
y entonces
está bien
que me encierren.


ODA AL REY DE HARLEM – FEDERICO GARCÍA LORCA

Con una cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Fuego de siempre dormía en los pedernales,
y los escarabajos borrachos de anís
olvidaban el musgo de las aldeas.
Aquel viejo cubierto de setas
iba al sitio donde lloraban los negros
mientras crujía la cuchara del rey
y llegaban los tanques de agua podrida.
Las rosas huían por los filos
de las últimas curvas del aire,
y en los montones de azafrán
los niños machacaban pequeñas ardillas
con un rubor de frenesí manchado.

Es preciso cruzar los puentes
y llegar al rubor negro
para que el perfume de pulmón
nos golpee las sienes con su vestido
de caliente piña.

Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente
a todos los amigos de la manzana y de la arena,
y es necesario dar con los puños cerrados
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas,
para que el rey de Harlem cante con su muchedumbre,
para que los cocodrilos duerman en largas filas
bajo el amianto de la luna,
y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas.

¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero, con un traje de conserje.

Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil.
Las muchachas americanas
llevaban niños y monedas en el vientre
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo.
Ellos son.
Ellos son los que beben el whisky de plata junto a los volcanes
y tragan pedacitos de corazón por las heladas montañas del oso.

Aquella noche el rey de Harlem con una durísima cuchara
arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara.
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.

Negros, Negros, Negros, Negros.

La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el pecho de los paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna de cáncer.

Sangre que busca por mil caminos muertes enharinadas y ceniza de nardo,
cielos yertos, en declive, donde las colonias de planetas
rueden por las playas con los objetos abandonados.

Sangre que mira lenta con el rabo del ojo,
hecha de espartos exprimidos, néctares de subterráneos.
 Sangre que oxida el alisio descuidado en una huella
 y disuelve a las mariposas en los cristales de la ventana.

Es la sangre que viene, que vendrá
por los tejados y azoteas, por todas partes,
para quemar la clorofila de las mujeres rubias,
para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos
y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo.

Hay que huir,
huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos,
porque el tuétano del bosque penetrará por las rendijas
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química.

Es por el silencio sapientísimo
cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la lengua
las heridas de los millonarios
buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre.

El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el monóculo,
el amor por un solo rostro invisible a flor de piedra.
Médulas y corolas componían sobre las nubes
un desierto de tallos sin una sola rosa.

A la izquierda, a la derecha, por el sur y por el norte,
se levanta el muro impasible
para el topo, la aguja del agua.
No busquéis, negros, su grieta
para hallar la máscara infinita.
Buscad el gran sol del centro
hechos una piña zumbadora.

El sol que se desliza por los bosques
seguro de no encontrar una ninfa,
el sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño,
el tatuado sol que baja por el río
y muge seguido de caimanes.

Negros, Negros, Negros, Negros.

Jamás sierpe, ni cebra, ni mula
palidecieron al morir.
El leñador no sabe cuándo expiran
los clamorosos árboles que corta.
Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas.
Entonces, negros, entonces, entonces,
podréis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas,
poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas
y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas
asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo.

¡Ay, Harlem, disfrazada!
¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza!
Me llega tu rumor,
me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores,
a través de láminas grises
donde flotan tus automóviles cubiertos de dientes,
a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos,
a través de tu gran rey desesperado
cuyas barbas llegan al mar.


EL ARTE NEGRO – ANN SEXTON

(versión de Raúl Racedo)

¡Una mujer cuyos sentimientos escritos son demasiados
arrobamientos y  presagios!

Como si bicicletas, chicos e islas
no fueran demasiado; como si duelos, chismorreos
y vegetales nunca fueran demasiado.

Sus pensamientos son que puede amonestar las estrellas.

Una escritora es esencialmente una espía.

Yo soy esa chica, querido amor.

¡Un hombre cuyos escritos conocen demasiados
hechizos y fetiches!

Como si erecciones, convenciones y productos
no fueran demasiados; como si máquinas, galeones
y guerras nunca fueran demasiado.

Con muebles usados fabrica un árbol.

Un escritor es esencialmente un pícaro.

Vos sos ése hombre, querido amor.

Nunca amándonos a nosotros mismos,
aborreciendo aun nuestros zapatos y sombreros,
nos amamos unos a otros, preciosos, preciosos.

Nuestras manos son una luz azul suave.

Nuestros ojos están llenos de confesiones terribles.

Pero cuando estamos casados
los niños nos dejan disgustados.

Hay demasiada comida y ninguna sobra
para comer en toda la sobrenatural abundancia.


SABIDURÍA – ROGER WOLFE

Una mujer
que pasa en bicicleta
a las dos de la mañana
hermosas piernas morenas
bombeando los pedales
mientras la brisa le alza el vestido
y revela un perfecto milagro
de Carme femenina en movimiento.
Nuestros ojos se cruzan un momento
y ya se ha ido.
Son cosas como esa
las que te hacen darte cuenta
de lo poco que realmente sabés
de nada.


LA CASA – CHARLES BUKOWSKI

Versión de Rafael Díaz Borbón

Construyen una casa
media cuadra abajo
y yo me levanto aquí
con las persianas bajas
a escuchar los ruidos,
los martillos clavando las puntillas,
tac, tac, tac, tac,
y luego escucho los pájaros y
tac tac tac
y voy a acostarme,
tiro las cobijas hasta la garganta;
han estado construyendo esta casa
por un mes y pronto tendrá
su gente... durmiendo, comiendo,
amando, moviéndose por todas partes,
pero algo
ahora
no es correcto,
parece una locura,
hombres caminando en su techo con puntillas en la boca
y leo acerca de Castro y Cuba,
y por la noche camino por
y las nervaduras de la casa muestran
y adentro veo gatos caminando
la manera como los gatos caminan,
y luego un muchacho que pasa en una bicicleta
y aún la casa está sin terminar
y en la mañana los hombres
regresan
caminando por todas partes en la casa
con sus martillos
y parece que la gente no construye casas
nunca más,
parece que la gente debiera parar de trabajar
y sentarse en cuartos pequeños
en segundos pisos
bajo luces eléctricas sin persianas;
parece que hay mucho para olvidar
y mucho para no hacer
y en farmacias, mercados, bares,
la gente está cansada, no quieren
moverse y yo me paro en la noche
y miro a través de esta casa y la
casa no desea que se construya;
a través de sus lados veo las colinas moradas
y las primeras luces del atardecer,
y hace frío
y abotono mi chaqueta
y me paro allá a mirar la casa
y los gatos se para y me miran
hasta cuando me siento desconcertado
y me muevo hacia el norte por la acera
donde habré de comprar
cigarrillos y cerveza
y retornaré luego a mi cuarto.


CAL Y CANTO – RAFAEL ALBERTI

 Carta abierta

(Falta el primer pliego)

...Hay peces que se bañan en la arena
y ciclistas que corren por las olas. 
Yo pienso en mí. Colegio sobre el mar. 
Infancia ya en balandro o bicicleta. 
Globo libre, el primer balón flotaba 
sobre el grito espiral de los vapores. 
Roma y Cartago frente a frente iban, 
marineras fugaces sus sandalias. 
Nadie bebe latín a los diez años. 
El Álgebra, ¡quién sabe lo que era! 
La Física y la Química, ¡Dios mío, 
si ya el sol se cazaba en hidroplano! 
...Y el cine al aire libre. Ana Bolena,
no sé por qué, de azul va por la playa. 
Si el mar no la descubre, un policía 
la disuelve en la flor de su linterna. 
Bandoleros de smoking, a mis ojos 
sus pistolas apuntan. Detenidos, 
por ciudades de cielos instantáneos, 
me los llevan sin alma, vista sólo. 
New York está en Cádiz o en el Puerto.
Sevilla está en París, Islandia o Persia. 
Un chino no es un chino. Un transeúnte 
puede ser blanco al par que verde y negro. 
En todas partes tú, desde tu rosa, 
desde tu centro inmóvil, sin billete, 
muda la lengua, riges, rey del todo... 
Y es que el mundo es un álbum de postales. 
Multiplicando pasas en los vientos, 
en la fuga del tren y los tranvías. 
No en ti muere el relámpago que piensas,
sino a un millón de lunas de tus labios. 
Yo nací -¡respetadme!- con el cine. 
Bajo una red de cables y de aviones. 
Cuando abolidas fueron las carrozas
de los reyes y al auto subió el Papa. 
Vi los telefonemas que llovían, 
plumas de ángel azul, desde los cielos.
Las orquestas seráficas del aire 
guardó el auricular en mis oídos. 
De lona y níquel, peces de las nubes, 
bajan al mar periódicos y cartas. 
(Los carteros no creen en las sirenas 
ni en el vals de las olas, sí en la muerte.
Y aún hay calvas marchitas a la luna 
y llorosos cabellos en los libros. 
Un polisón de nieve, blanqueando 
las sombras, se suicida en los jardines.
¿Qué será de mi alma, que hace tiempo 
bate el récord continuo de la ausencia? 
¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca, 
picado ante el azar y el accidente? 
Exploradme los ojos, y, perdidos, 
os herirán las ansias de los náufragos, 
la balumba de nortes ya difuntos, 
el solo bamboleo de los mares. 
Cascos de chispa y pólvora, jinetes 
sin alma y sin montura entre los trigos; 
basílicas de escombros, levantadas 
trombas de fuego, sangre, cal, ceniza. 
Pero también, un sol en cada brazo, 
el alba aviadora, pez de oro, 
sobre la frente un número, una letra,
y en el pico una carta azul, sin sello. 
Nuncio -la voz, eléctrica, y la cola- 
del aceleramiento de los astros, 
del confín del amor, del estampido 
de la rosa mecánica del mundo. 
Sabed de mí, que dije por teléfono
mi madrigal dinámico a los hombres: 
¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo?
-Un relámpago más, la nueva vida. 

(Falta el último pliego)


POETA EN BICICLETA – RAÚL ARIAS

Les digo:
"Bailemos por el muerto".
Y no me creen.
"¿Para qué estar tan tristes?",
les suplico.
Pero no.
Es la costumbre.
La ingenua, la bárbara,
la estúpida, la maldita,
la santa, la tuerta,
la muy civilizada,
la costumbre, muchacho.
Calla.
No debes reír,
sería un crimen.
¡Cuidado con bailar!
Hereje, sacrílego,
malhijo, monstruo,
satanás.
Silencio.
Y llora por el muerto.
*
Ah, poetas de mi tierra,
poetitas de mierda
con quienes aprendí a conocer
una nueva enfermedad:
la trinofobia.
Poetas de poetas,
esqueletos de oficina,
telefónicos versos,
dominicales y amarillos,
sálvensesipueden,
novios cíe la muerte,
vividores de la luna,
no se sorprendan
cuando guiando mi bici
les caiga encima,
transeúntes de vías láctea
y lean el periódico aman
al otro día:
"Poeta Zutano,
recuperándose.
Le cayó encima
un ángel de cien metros".


LA BICICLETA – SERGIO CORDERO

a Minerva Villarreal 

La bicicleta
lanza su sombra al pavimento
–interminable cinta–
como sólo ella sabe.
La sombra crece, se estira allá, muy lejos,
y alcanza la otra orilla;
luego viene y me cuenta
o, si no,
desaparece, se pierde en un suspiro
y otra surge despacio
para cubrir la ausencia
de la sombra que somos mi bicicleta y yo.

Continúo pedaleando, ruedo vertiginoso,
me trago el pavimento de esta noche;
luego miro el reloj: la una y quince.
Me hundo lentamente por el paso a desnivel,
desaparezco apenas,
pero vuelvo a surgir del lado opuesto
como si así espantara a una parvada de pájaros chillones
y el mar, atrás, me fuera persiguiendo.
 Finalmente, cansado, adolorido,
me detengo a las puertas de la casa
dejo la bicicleta en la cochera;
reclino sus manubrios pensativos
–el niquelado brillo de su acero–
y mi propio cansancio de cara a la pared.


LA BICICLETA – JOSÉ ALEJANDRO DÍAZ VALERO

Detenida en gesto glorioso.
después de llevar su carga a cuestas;
allí está en actitud de reposo
la útil y valiosa bicicleta.

Transita por veredas especiales
trasladando sin combustible
con la fuerza de sus dos pedales
siempre dispuestos y serviles.

¿Cuantas veces en marcha apresurada
habrá perdido su dueña el equilibrio,
y ha detenido su ruta trazada
porque es la caída su designio?

Pero luego la constancia y el valor
la hacen  rodar sobre sus  ruedas,
hermoso vehículo sin motor
conocedor de caminos y veredas.

Ay amiga Dolors, al ver tu bicicleta
en actitud de merecido reposo,
acudió a mí, el sentir de poeta
para hacer estos versos que te esbozo.

Déjala allí que descanse tranquila,
ya mañana te acompañará en tu viaje,
tenle consideración que es gran amiga
y sabrá llevarte, a distintos parajes.


A MIGUEL – OLVIDO GARCÍA  VALDÉS

Te habías quedado todo el día
allí, de pie, mirando las montañas,
y era, dijiste, alimento
para los ojos, corazón
quebrantado. Yo pasaba, parece,
en el atardecer,
andando en bicicleta por un sendero.
Lo cuentas y quedo contemplándolo
con esperanza, una buena esperanza
nodriza de la vejez
. Yo lo llamo
dulzura, la música dulzura que conforta
o hidrata la aspereza. Algunos niños
cercanos al autismo, cuando crecen,
imprimen o padecen movimiento
constante, un ritmo de hombros 
ajeno a cualquier música, latido, 
circulatoria sangre propia, sin contacto. 
Sólo a veces sus ojos buscan 
engañosamente; no hay dulzura 
ni aspereza, un sonido 
interior los envuelve, sangre roja. 
Contemplo las montañas de tu sueño, 
busco en ellas tus ojos.
Y escruto, sin embargo, el corazón, 
las junturas y médula, los sentimientos
y pensamientos del corazón. Nada hidrata.
Nada amortigua. Escrutar es áspero
y no lame. Las horas últimas
de la vigilia: sabia
la disciplina monacal que impone
levantarse a maitines. Enjugar,
sostener, confortar: mirar la noche.
Volver al corazón. Entonces ya la música
es azul, azul es la dulzura. Pedir.


EL CARTERO DE JACQUES TATI – ANTÓN CASTRO


Acababa de irme de casa.
Marché a una ciudad sin apenas amigos,
a una ciudad con muchos puentes, tres ríos
y un continuo vendaval de cierzo desde el otoño.
Alguien, ni sé cómo ni por por qué, me dijo: “¿Sabes quién
es Jacques Tati? Tienes que ir a ver Día de fiesta”.
La vi hasta tres veces en un cine de arte y ensayo;
la tercera vez la vi con la joven que empezaba
a ser mi novia. Al final, me dijo: “Deberíamos salir
de paseo sin rumbo alguno como ese cartero”.
Así lo hicimos. Nos fuimos hacia Muel,
Fuendetodos, Cariñena, Longares y Mezalocha.
Comíamos fruta: albaricoques, nísperos, manzanas,
las últimas cerezas de mayo. Cuando llegamos
al pantano, mi novia bajó de su bicicleta
y gritó: “Este es nuestro día de fiesta”.
La besé varias veces, claro. Me sentía
insoportablemente feliz, por mí y por ella y porque
era nuestro primer domingo de amor lejos de la ciudad:
habíamos hecho muchos kilómetros en bicicleta.
Se tendió sobre el césped, con su interminable
cabello al viento y los ojos chispeantes.
Hay mujeres que beben toda la luz del mundo
y la concentran en la mirada como un cielo limpio.
Se acomodó sobre el suelo, como solía hacer
en el Parque Grande bajo los pinos, y me confesó:
“Es nuestro día de fiesta. Vamos a ser padres”.
Me quedé estupefacto, incapaz de articular palabra.
Ella añadió: “Siempre me han gustado los carteros”.



1
A los 50 años, hoy, sólo tengo una bicicleta. 
Muchos tienen un yate 
y muchos más un automóvil 
y hay muchos que también tienen un avión. 
Pero yo, a mis 50 años justos, tengo sólo una bicicleta.
He escrito y publicado innumerables versos. 
Casi todos hablan del mar 
y también de los bosques, los ángeles y las llanuras. 
He cantado las guerras justificadas, 
la paz y las revoluciones.
Ahora soy nada más que un desterrado. 
Y a miles de kilómetros de mi hermoso país, 
con una pipa curva entre los labios, 
un cuadernillo de hojas blancas y un lápiz 
corro en mi bicicleta por los bosques urbanos, 
por los caminos ruidosos y calles asfaltadas 
y me detengo siempre junto a un río 
a ver cómo se acuesta la tarde y con la noche 
se le pierden al agua las primeras estrellas.

2
Es morada mi bicicleta 
y alegre y plateada como cualquier otra. 
Mas cuando gira el sol en sus ruedas veloces, 
de cada uno de sus radios llueven chispas 
y entonces es como un antílope, 
como un macho cabrío, largo de llamas blancas, 
o un novillo de fuego que embistiera los azules del día.

3
¿Qué nombre le pondría, hoy, en esta mañana, 
después que me ha traído, 
que me ha dejado sin decírmelo apenas 
al pie de estas orillas de bambúes y sauces 
y la miro dormida, abrazada de yerbas dulcemente, 
sobre un tronco caído?
Carlanco de los bosques. 
Estrella voladora de las hadas. 
Telaraña encendida de los silfos. 
Rosa doble del viento. 
Margarita bicorne de los prados. 
Cabra feliz de las pendientes. 
Eral de las cañadas. 
Niña escapada de la aurora. 
Luna perdida. 
Gabriel arcángel.
La llamaré con ese frágil nombre. 
Porque son sus dos alas blancas las que me llevan, 
Anunciándome al aire de todos los caminos.

4
Yo sé que tiene alas. 
Que por las noches sueña 
en alta voz la brisa 
de plata de sus ruedas.
Yo sé que tiene alas. 
Que canta cuando vuela 
dormida, abriendo al sueño 
una celeste senda.
Yo sé que tiene alas. 
Que volando me lleva 
por prados que no acaban 
y mares que no empiezan.
Yo sé que tiene alas. 
Que el día que ella quiera, 
los cielos de la ida 
ya nunca tendrán vuelta. 


EL CICLISTA – BICIMAN

Va en silencio como en sueños
más despierto que los demás.
Va liviano va sin techo
ni puertas a los costados
ni vidrios que levantar.
Huele escucha se ventila
gira esquiva se menea
atraviesa torrencial.
Mide y frena el horizonte
se para airoso en el aire
camina sobre pedal.
Tiene el motor en la espalda
y el corazón en las piernas
bombea petróleo venal.
Va en silencio como muerto
va más vivo que los demás.


EL SUEÑO DE UNA BICICLETA – TROTAMUNDOS

Una bicicleta sueña 
subirse a los hombros de un humano 
y poner los pedales en sus orejas.
Para cuando aprenda a andar 
seguramente lo cambiará 
por un objeto más rápido y confortable 
como un caballo o un elefante.
Por más que las empresas 
fabricantes de hombres 
inventen nuevos modelos 
las bicicletas seguirán prefiriendo 
la comodidad de sus ruedas 
por sobre la fatigada flacidez 
de las extremidades humanas.


A HARPO MARX – JACK KEROUAC

¡Oh Harpo! ¿Cuándo te mostraste como un ángel
por última vez?
¿cuándo tocaste la gris arpa de oro?
¿Cuándo robaste la vajilla de plata
y rociaste de insectos a los invitados?
¿Cuándo encontró lluvia tu hermano
en su soleado patio?
¿Cuándo pescaste a tu última rubia
por el césped de la millonaria
con un cebo enganchado en la caña
saliendo de tu bicicleta?
¿O cuándo empolvaste por fin
tu blanca cara de harina
con la tapa de un barril de pescado?
¡Harpo! ¿Quién era aquel león
que vi contigo?
¿Cómo conseguiste invitar al enano
y a Konk el gigante?
Harpo, ¿en tu reciente aparición en un club
de Nueva Orleáns eras ya viejo?
¿Todavía alborotas con tu bocina
en el bastón de tu cinturón dorado?
¿Todavía salen de tus bolsillos
otros Harpos, o atornillas
nuevas muñecas?
¿Fue tu voto de silencio un arpa india?


VIOLETA NOZIÈRES – ANDRÈ BRETÓN

Todas las cortinas del mundo corridas sobre tus ojos
En vano
Delante de su cristal hasta el agotamiento
Estirarán el arco maldito de la ascendencia y la descendencia
Tú no te pareces a nadie vivo ni muerto
Mitológica hasta la punta de las uñas
Tu prisión es la boya a la que se intentan agarrar en su sueño
Todos vuelven ella los abrasa
Como se remonta al origen de un perfume en la calle
Dividen a escondidas tu itinerario
La bella alumna del liceo Fénelon que amaestraba murciélagos en su pupitre
La nevadilla de la pizarra
Alcanza la morada familiar donde se abre
Una ventana moral en la noche
Los padres una vez más se santiguan por su hija
Han puesto el cubierto sobre la mesa de operaciones
El buen hombre es negro para mayor verosimilitud
Mecánico se dice de trenes presidenciales
En un país de miseria donde el jefe supremo del Estado
Cuando no viaja a pie por miedo a las bicicletas
Sólo tiene prisa en tirar de la señal de alarma para ir a retozar en camisa sobre el talud
La excelente mujer ha leído a Corneille en el libro escolar de su hija
Mujer francesa lo ha comprendido
Lo mismo que su apartamento comprende un singular cuarto de desahogo
Donde brilla misteriosamente una prenda íntima
No es de las que se guardan riéndose veinte francos en la media
El billete de mil cosido en el dobladillo de su falda
Le asegura una rigidez precadavérica
Los vecinos están contentos
En todas las partes de la tierra
Contentos de ser vecinos

La historia dirá
Que el señor Nozières era un hombre previsor
No sólo porque había ahorrado ciento sesenta y cinco mil francos
Sino porque había elegido para su hija un nombre en cuya primera parte
se puede discernir psicoanalíticamente su programa
La biblioteca de cabecera quiero decir la mesilla de noche
No tiene después de eso más que un valor de ilustraci6n

Mi padre olvida algunas veces que soy su hija
                      El perdido
A la vez teme y sueña traicionarse
Palabras encubiertas como una agonía sobre el musgo
El que dice haberlas oído de tu boca desafía a todo lo que vale la pena
                      ser desafiado
Esta especie de ánimo es ahora lo único
Que nos compensa de un montón de rastrojo cerca de un
                      cenador de capuchinas
Que ya no existe
Cenador bello como un cráter

Pero qué auxilio
Otro hombre a quien tú dabas parte de tu angustia
En un lecho un hombre que te había pedido el favor
El don siempre incomparable de la juventud
Recibió tu confidencia entre tus caricias
Era necesario que fuera desconocido ese pasajero
Hacia ti sólo supo hacer volar una bofetada en medio de la blanca noche

Lo que abandonabas
Sólo podías perderlo en brazos del azar
Que hace tan fluctuantes los fines de siesta de París en torno a la mujeres
de ojos de cristal enloquecido
Entregadas al gran deseo anónimo
Al cual forma maravillosamente únicamente
Silenciosamente eco
Para nosotros el nombre que tu padre te dio y te arrebató

Resbalamos allí donde se posó tu alto tacón de azúcar

Es igual que tengan o no la apariencia de no estar conformes
Ante tu sexo alado como una flor de las Catacumbas
Viejos estudiantes periodistas podridos falsos revolucionarios curas jueces
Abogados vacilantes
Saben muy bien que toda jerarquía termina ahí

Sin embargo un muchacho te esperaba enigmáticamente en
                         una terraza de café
Ese muchacho que en el Barrio Latino vendía al parecer
                         entretanto La Acción francesa
Deja de ser mi enemigo puesto que tú le amabas
Hubiérais podido vivir juntos aunque sea tan difícil vivir con su amor
Te escribió al partir Malvada querida
Al menos es bonito
Hasta para el mejor informado el dinero infantil no es más que
                         la espuma de la ola

Mucho tiempo después de la caballería y de la caballería de los perros
Violeta
El encuentro no será poéticamente más que una mujer sola entre la
inhallable espesura del Champs-de-Mars
Sentada con las piernas en X sobre una silla amarilla


MAGRO CONSUELO – HANS MAGNUS ENZENSBERGER

La lucha del hombre contra el hombre,
según fuentes fidedignas
cercanas al Ministerio del Interior,
será nacionalizada en su momento,
hasta la última gota de sangre.
Saludos de Thomas Hobbes.
Una guerra civil librada con armas desiguales:
la declaración de impuestos de un hombre
es la cadena de la bicicleta de otro.
Envenenadores e incendiarios
deberán organizar un sindicato
para proteger su puesto de trabajo.
Nuestro servicio carcelario
es abiertamente liberal.
Ofrecen El Sistema de Ayuda Mutua
en el Mundo Natural, de Kropotkin,
encuadernado en plástico negro, lavable,
como un manual de estudios.
Magro consuelo.
Para desaliento nuestro, nos hemos enterado de
que no existe la justicia, y más aún,
para nuestro mucho mayor desaliento,
fuentes informadas rebosantes de placer
nos han comunicado
que nada remotamente parecido
puede o debe existir, ni existirá jamás.
Todavía no está claro
dónde reside la culpa. ¿En el pecado original?

¿En la genética? ¿En los cuidados a los recién nacidos?
¿La falta de educación sentimental?
¿El capitalismo? ¿Una dieta poco saludable?
¿El diablo? ¿El machismo?
Averiguarlo sería bueno, sería
un bálsamo en las heridas de la Razón.
Lamentablemente, no podemos abstenernos
de violentarnos, de crucificarnos unos a otros
en el cruce más próximo
y de engullir después los despojos.
Estamos molestos, pero no sorprendidos
por nuestras diarias atrocidades.
Lo que nos anonada
es la tácita ayuda,
la generosidad infundada
y la dulzura angelical.
Es hora ya, por lo tanto,
de exaltar con verbo encendido
al camarero que escucha horas enteras
los lamentos del hombre impotente;
la misericordia del representante de galletas
que rompe a última hora
la orden de ejecución;
a la beata que oculta
inesperadamente al desertor que llama a su puerta;
y al secuestrador, súbitamente fatigado,
que renuncia a su enmarañada tarea
con una débil sonrisa de complacencia.
Dejamos el periódico encogiendo los hombros,
llenos de alegría, la alegría
que sentimos cuando termina la película,
se encienden las luces en la sala de cine, afuera
la lluvia ha cesado, y anhelamos
dar una calada al cigarrillo.


POSTALES DEL TRÓPICO CON MUJERES – JORGE ENRIQUE ADOUM

VII

Cuando estira los pies y no llega a los pedales
se hace mujer de golpe a lado y lado,
se le alargan las piernas antes de tiempo
y se le alza la falda antes de hora.
Las alumnas más pobres la siguen en bandada
corriendo tras la rueda. Ella avanza dejando
la estatua sucesiva de la ausencia, propietaria
de muslos precoces y fugaces y de la única
bicicleta de mujer que hay en el pueblo
(cuando se estristece es porque ha crecido, y frena)

Por turno las demás niñas trepan al asiento, caen,
son más pequeñas en el suelo y desde allí le envidian
quizá la bicicleta, tal vez las piernas largas.
Vienen las muchachas de las clases finales
que ya no llevan trenza y se cubren los pechos
con libros y cuadernos guardándose para alguien.
Y ella, como si fuera una de ellas, las deja montar
"pero hasta el poste no más", no sea que se vuelvan
mujeres al dar la vuelta a la esquina y ya no vuelvan.


A PAMPLONA – RAÚL MORENO JEREZ

Pamplona fue el silencio rondando en el corazón de nuestra niñez
Crecimos con el temor del crucifijo
y la rudeza de los uniformes
Cambiamos de pronto nuestros juegos con semillas de eucalipto
por el misal del hermano Justo Ramón
Aprendimos de Arnould Pierre
El dolor de la guerra
en sus clases de historia
Dejamos de tararear Imagine de Lennon
para cantar el Himno del nacional socialismo
Imaginando siempre la cruz en las camisas nuevas
Nos salvó mayo del 68
Trapito, la gata tobita, Páez
Y el bicicletero Guarín con su sueño revolucionario
Y las mujeres de la Mistral, la presentación y la normal
dando vueltas por nuestra alcoba
en los poemas húmedos
que regábamos en las aceras frías de la calle de siempre
La real que nos llevaba al parque a mirar nada...como siempre
O a ver a Fantomas en el Jáuregui
O el enmascarado de plata disputándole la comida a los chiveros
Nos salvó el teatro
El juego con el imposible en el corazón de Guillermo Maldonado
Inventar la fiesta de la palabra a pesar de los profesores de español
Conjugar el verbo soñar en todos los tiempos
Así fuera el tiempo del hambre
Leer a Cote y a Gaitan para mitigar el frío
Ausentarnos siempre cerrando los ojos
pensando tal vez en un mundo mejor que cambiara nuestras cadenas
Y nos alejara de la postal fría y húmeda que se metía en nuestros huesos
Mojando el alma con gotas de pesadumbre.


CANCIÓN A UNA MUCHACHA EN BICICLETA – JESÚS JUAN GARCÉS

Vas en la noche rápida,
sobre el asfalto
huésped de este otoño
filósofo y tranquilo
que se pierde en reflejos,
donde son ya las hojas amarillas,
cenizas, primaveras,
¡héroes vencidos
para mi pobre corazón cansado!
Tú vas en bicicleta,
ajena al aire que te ronda;
con la melena al viento,
pedaleando tantas veces
como años de juventud te esperan.
Sorprende tu inocente confianza,
tus manos un tanto alborotadas
y esa inconciencia de dieciséis años.
Plazas, calles, asfalto, kilómetros…
¡Cómo lenguas dislocadas recorrerás!
Los jardines embelleciendo con tu presencia
están huérfanos, de tus tiernas
palabras de amor.
Amor… ¿sabes?,
no es una estatua dieciochesca,
que un Luis XV cualquiera esconde
en la amable sombra de unos árboles.
Aquí termina, muchacha en bicicleta,
lo que me sugieres a mí,
aficionadísimo a la melancolía de los parques
y a perder mi tiempo
y a… ¡qué bello espectáculo
el tuyo, muchacha!
toda sublevación, nervios, alegría,
¡sobre unas llantas de goma!


MUCHACHA EN BICICLETA - VICENTE GERBASI

Una rueda de la bicicleta gira
y la otra rueda de la bicicleta gira,
con una bella muchacha
que levanta en la brisa
su suelta cabellera.
Entre las ruedas
se mueven sus muslos,
que asombran a los turistas,
que hunden a los pastores en la melancolía,
que enardecen a los adolescentes.
Así pasa uno la vida
viendo a una muchacha
que va sobre las ruedas de una bicicleta,
con la melena al aire,
sus bellos senos
y sus muslos que desesperan la noche.


BICICLETAS DE CARNICERÍA – RAMÓN COTE BARAIBAR

I
Si se pudiera mirar a contraluz el corazón de los melancólicos
Aparecería la osamenta de veinte casas demolidas y un siete
Cueros que un jardín inútil abre su flor morada para nadie.
Acercando el oído, sonaría la fugitiva ocarina del afilador y se
Vería con claridad el crecimiento del pasto entre los ladrillos y
Una sola puerta.
Si se pudiera pasar el corazón de los melancólicos sobre la punta de
Una vela, aparecerían escritas, con el limón del testamento, las letras
Del funeral anticipado que presagian las hortensias, un cuerpo desnudo
Recibiendo a baldados el agua fría de la alberca, empinadas escaleras que
Tienen pintado justo en la mitad, como en las pirámides, un ojo de advertencia.
También resonarían algunos nombres: María de los Ángeles, Catalina, Elena,
Pero sobre todo, se vería cruzar una pesada bicicleta de carnicería, de
derecha a izquierda.

II
Sin consultar a los vacilantes, sin avisar a los débiles, sin prevenir a los solitarios, han destruido hasta el cansancio manzanas enteras de edificaciones.
Con cada piedra removida de su lugar nos arrancaron los ojos inocentes. Fueron particularmente severos con las pequeñas tiendas de barrio y muy pronto desaparecieron de las calles sombreadas de pimientos sus nombres milagrosos: La Macarena, La Santillana, el Hemisferio, el Bulevar, el Arlequín, la Castellana, donde el aire oprimido de sus estantes atesoraba su precaria
Abundancia, donde el paladar compartió la alegría de conocer el reino mineral, animal y vegetal al abrir los papeles azul y plateado de los chocolates, donde nació el amor por la palabra ultramarinos.

III
Por las alacenas vacías, por las vajillas incompletas, por las baldosas enceradas al extremo, por las mesas de planchar, caminan ahora solitarios alacranes. Las mariposas de las bisagras se niegan a abrir sus alas oxidadas. Parece mentira pero han hecho hasta lo imposible por erradicar la esbelta belleza de las balaustradas, por borrar con una avaricia desconocida cada uno de los vestigios de la infancia, por suprimir la referencia de los árboles. A pesar de tanta magnolia destronada, a pesar de perder las vocales que nos hacían visibles, no han podido eliminar las bicicletas de carnicería, que con obstinación veinte años más tarde continúan cruzando, de derecha a izquierda.


SAIGÓN – MARITZA GARCÍA

En la brevedad del mundo en la que coincidimos sin voluntad
Constantinopla es Estambul, Saigón Ciudad de Ho Chi Minh,
pero mi nostalgia preferiría el imposible de visitar Saigón
adivinar el vuelo que en sus bicicletas trazan las vietnamitas
mariposas de velos ondulantes que besan el fuego de sus calles;
desandar sus esquinas aunque fuese la guerra cincuenta años atrás.
El Hotel Rex y las salas del Majestic sobreviven mirando a un río
que ha sabido alimentarse de las sombras de sus altos muros
y aliviar la sed de una ciudad arrodillada a la puntualidad del sol.
En las noches duerme la silbante nube de bicicletas de Ho Chi Minh.
El incienso se consume en grandes espirales en los patios
de los templos chinos en Cholón, un fantasma viejo de Saigón,
las voces del barrio que se cuelan apretadas por las ventanas
¿Repetirán ellas los ecos de otras voces de antaño, como en mis sueños
la ciudad invoca las añoranzas de los que la visitamos buscando el pasado?
Hay jirones de las galas de Saigón en los pliegues de Ciudad de Ho Chi Mihn
más son harapos de un traje que el tiempo se empeña en rasgar.












9 comments:

  1. Lindo post. Nosotros hicimos este libro: http://edicionesneutrinos.blogspot.com.ar/2014/06/40-velocidades.html

    Un abrazo!

    ReplyDelete
  2. ¡Qué buena selección! Leí un poco y la copié para llerla y emocionarme.

    ReplyDelete
  3. Hola chic@s, les escribo desde Caracas, Venezuela. Estoy armando una antología de poesía sobre bicicletas y di con uds, felicitaciones por tan bonito trabajo, justo usare algunos poemas que seleccionaron acá. Les mando un abrazo

    ReplyDelete
  4. Por favor! Busco la poesia "la bicicleta trotamundos" que aparecio en mi libro de tercera grado llamado " El sol albanil"Por favor si alguien la recuerda o si tiene el libro lo agradecere enormemente. 😃

    ReplyDelete
  5. Por favor! Busco la poesia "la bicicleta trotamundos" que aparecio en mi libro de tercera grado llamado " El sol albanil"Por favor si alguien la recuerda o si tiene el libro lo agradecere enormemente. 😃

    ReplyDelete
  6. Hola Me gustaría saber la fuente del frase de Jim Morrison mencionada al comienzo de este artículo. No he podido encontrar nada al respecto. Gracias

    ReplyDelete
  7. Gracias por la selección! Justo buscaba «La bicicleta con alas» para mostrarle a mi mamá... Es que sólo me sabía unos fragmentos de memoria. Gracias!

    ReplyDelete
  8. No me srvio yo buscaba el sueño de una bicicleta trotamundo

    ReplyDelete

If you like it, share the post. ;)

Rethinking public transport through LGBTQIA+ lenses

In December 2024, I had the opportunity to speak on the Women Mobilize Women  series podcast, in the episode “Gender, Mobility and 2SLGBTQIA...