Perú
es el país donde he estado más tiempo. Casi tres meses, desde que entré por
primera vez, en las rutas de El Sur Bici-ble: el 23 de marzo, y salí el 7 de
junio. Fue de ires y venires, en compañía de Juan (cicloviajero español) en casi
todo el recorrido, y de encuentros naturales asombrosos.
Foto: Tumbes. El Sur Bici-ble 2016.
Aunque
ya había visitado dos veces este país y acá viven amigos que llevo en el
corazón, la primera impresión fue devastadora: llegué a un lugar muy parecido a
India: caos vehicular e invasión desmesurada de los mototaxis. Primera parada:
Tumbes. Segunda parada: Lima. Ambas ciudades sumidas en un tránsito vehicular desastroso;
un infierno para cualquier ciclista.
Foto: Miraflores, Lima. El Sur Bici-ble, 2016
Entrar
por Tumbes, costera e inmersa en un calor infernal, y no por la Sierra, por
donde venía, fue una decisión de logística, mas no un deseo personal. Me habían
aceptado como ponente en el V Foro Mundial de la Bici (31 de marzo – 5 de
abril), en Santiago de Chile, y tenía tiquetes para volar Lima – Santiago. Por supuesto, en menos de 7 días debía llegar
a Lima y en bici era imposible, así que Juan y yo nos subimos a un bus y
llegamos a Lima. Y luego, a Santiago de
Chile. Era como un paréntesis del viaje, para seguir viajando.
PODER
CIUDADANO, ENERGÍA HUMANA
En
Santiago de Chile participé en el Panel “Poder ciudadano” del 5 Foro Mundial de
la Bicicleta, acompañada en el escenario por otras chicas de Colombia y Chile. Mi
intervención fue corta y precisa sobre el proceso de Mujeres Bici-blesLatinoamérica y el proyecto de viaje en bici, El Sur Bici-ble, para ampliar la
red de colectivas en países de Sudamérica. Un viaje y una experiencia de
activismo de la bici que me permiten ir construyendo un discurso con
perspectiva de género y que, seguramente, afianzará más mis estudios sobre ciclismo. Pedaleando y en mi defensa de la bici, poco a poco, encuentro la voz de lo
que quiero decir sobre las mujeres y la bicicleta.
Foto: Santiago de Chile. El Sur Bici-ble, 2016.
En
el foro conocí a otros viajeros: Iria y Gonzalo, de una vida nómada, amorosos
de la bici y amigos de ruta. También a Pablo Castellanos, de Fotociclista por Sudamérica, viajero argentino,
quien tuvo a su cargo coordinar el grupo de biciviajeros que llegaban al foro. A ellos, sueño encontrarlos de nuevo, en alguna ruta.
Conocí también otro grupo de biciviajeros colombianos y chicos de Argentina, de
Perú y de México.
Foto: Masa Crítica en el FMB5. Santiago de Chile. El Sur Bici-ble, 2016
Cerca
de Iria, era el momento de compartir con otra chica viajera. No viajamos
juntas, pero sí compartimos sobre nuestras experiencias en algunas de las
actividades del Foro. Es extraño, pero ese mismo conteo superficial que hice en
mi ciudad, 4 años atrás, para darme cuenta que somos menos mujeres en la vía usando
la bici como transporte, es la misma certeza que tengo al encontrar mas hombres
pedaleando, algunas chicas viajando en bici con sus parejas, pero rara vez
mujeres solas. Algo pasa para que sean más hombres, que mujeres, viajando en
bici. No menciono esto con el objetivo de despertar polémicas sexistas, ni
menos despreciar el poder que tenemos las mujeres para transformar nuestra
realidad. ¿Cómo hacer también para que seamos mas mujeres viajeras en
bicicleta?
Foto: Pablo Castellanos, cicloviajero argentino. Santiago de Chile. El Sur Bici-ble, 2016
Foto: Iria Prendes, cicloviajera española. Santiago de Chile. El Sur Bici-ble, 2016.
DE VUELTA A LIMA: MUJERES BICI-BLES LIMA
Y
volvimos a Lima. Otra vez el caos vehicular, aunque la temperatura bajó
drásticamente y, ahora, la ciudad estaba un poco fría. Pasamos algunos días
ahí. Y, en esta segunda visita, concretamos con Specialized Perú la creación de
Mujeres Bici-bles Lima. En el siguiente link un video de la salida: https://vimeo.com/162087283.
Juan
y yo sabíamos que de Tumbes a Lima hay algo más de mil kilómetros. Eran mil
kilómetros que no pedaleamos. Mil kilómetros de paisajes que perdimos. Aunque
la mayoría de esos kilómetros era por el desierto, eran mil kilómetros que le
quitábamos a la ruta. Entonces, luego de más de 15 días de paréntesis en
nuestros viajes, decidimos emprender de nuevo un viaje al norte de Perú y,
desde ahí, retomar las rutas y empezar –ahora-sí- nuestro viaje por Perú.
Viajamos
a Cajamarca. Y de ahí a Cajabamba, Huamachuco (Markahuamachuco), Cachicadán, Trujillo,
Caraz, Cañon del Pato, Huallanca, Yungay (Chavín de Huanta), Huaraz, Arequipa,
Cusco, Ollantaytambo, Aguascalientes (Machu Picchu), Sicuani, Pomata, Puno
(Isla de los Uros, Cementerio de ), Yunguyo. Y en Cusco, Juan y yo, nos dijimos
adiós.
Captura de pantalla. Ruta Perú. El Sur Bici-ble, 2016
Cuando
pensé en mi ruta por Perú, contemplé mi obligatoria visita a Machu Picchu y
creí que allí iba a perder todo el aliento. Y sí es maravilloso, sin duda
alguna. Sin embargo, el lugar más fantástico que tiene este país es la Cordillera
Blanca: las lagunas de colores celestes profundos y turquesa (las Lagunas
Parón, Llanganuco y 69), la imponencia del Huascarán y toda la cadena de
Nevados por toda la cordillera. Machu Picchu es un lugar sagrado, hermoso; pero
la Cordillera Blanca es un paraíso divino en la Tierra. Y, para terminar con
broche de oro: Las Islas de los Uros. El gran Titikaka que acompañó mi camino
para salir de Perú y entrar a Bolivia.
LA CORDILLERA BLANCA Y LA LAGUNA 69: UN PEDACITO DE PARAÍSO EN LOS ANDES
Desde
Huaraz, una pequeña ciudad turística en reconstrucción después del fuerte sismo
de 1970, el cual acabó con toda su arquitectura colonial, se puede ir a visitar
buena parte de la Cordillera Blanca y el Parque Nacional Huascarán, incluyendo
la Laguna 69. En 1985, el Parque Nacional Huascarán fue catalogado como Reserva
de la Biosfera por la UNESCO y Patrimonio Natural de la Humanidad.
Foto: Nevado Huascarán. Cordillera Blanca. El Sur Bici-ble, 2016.
Aunque
el 69 sea un número sugestivo, fue precisamente a esta increíble laguna, de las
300 que conforman las geografías de la Cordillera Blanca, a la cual le
correspondió este número. Por eso su
nombre.
Foto: Árbol de queñual. Parque Nacional Huascarán. El Sur Bici-ble, 2016
Para
llegar a la Laguna 69 hay que hacer un trek muy exigente. Sin embargo, durante
el camino para llegar al sitio donde inicia la caminata, la furgoneta pasa
también por montañas rocosas gigantes, donde también tenemos vistas
impresionantes del Huascarán, y una visita muy pequeña a la laguna Chinancocha.
En costos, es más recomendable ir directamente a la terminal en Yungay y
negociar con el conductor. Nosotros, cada uno, pagó 30 soles mas 10 soles de la
entrada al Parque Nacional Huascarán.
Foto: Camino a la Laguna 69. El Sur Bici-ble, 2016.
El
recorrido inicia en un pequeño descenso por árboles de queñual, acompañados por
un río que lleva a una de las cascadas que nace de los glaciares de la
Cordillera Blanca. Son casi 660 glaciaces los que conforman la Cordillera. Llegamos
luego a un lugar de camping llamado Cebolla Pampa y, desde ahí, empieza el
primer ascenso.
Foto: Camino a la Laguna 69. El Sur Bici-ble, 2016.
La
ruta para trek zigzaguea mientras va aumentando la altura de la montaña y
también vamos conquistando mejores vistas de los nevados. Ya en la cima,
llegamos a una laguna negra, en otra planicie que da un respiro para el segundo
ascenso, el más salvaje de los dos. En esta subida muchos renuncian a llegar,
porque es realmente exigente. Si no se tienen buenos pulmones o si la persona
es sedentaria, el camino se hace más duro. Y la altura no ayuda (cerca de los
4.600 msnm). Debo confesar que en algún momento mi ritmo cardiaco me hizo dudar
de si llegaría al encuentro con la Laguna 69. Pero continué. Entonces, controlé
mas mi respiración y mantuve el mismo ritmo en mis pasos. Hasta que llegué,
después de 2 horas y media de camino.
Foto: Primer encuentro con la Laguna 69. El Sur Bici-ble, 2016.
Primero
se ve un triangulito turquesa rodeado de piedras. Y ese color domina todo el
paisaje, donde predomina el gris y blanco de los nevados. El corazón se
acelera, no por la altura -o-quizás-sí-, sino porque se ve realmente hermoso y
todo ese esfuerzo físico es recompensando. Unas lágrimas para celebrar el
encuentro. Avanzo otro poquito, y ahí está, en todo su esplendor, la laguna más
hermosa que he visto en mi vida. Hay turistas comiendo, otros recuperando el
aliento; gente sentada en las rocas, otros dándose un chapuzón. Yo solo quise
contemplar. De pie en una roca, observé para no olvidar: los nevados alrededor,
la tímida cascada, y ese profundo azul turquesa. La laguna azul…
Foto: Laguna 69. El Sur Bici-ble, 2016.
ALTURAS DE MACHU PICCHU, MAS CERCA DEL SOL
Dos
veces había pisado Perú y, ninguna de aquellas veces, visité Machu Picchu. En
estas rutas era imperdonable no pisar una de las siete maravillas del
mundo moderno, Patrimonio de la Humanidad, aunque ya me habían advertido que no
se podía ir en bicicleta o, por lo menos, no “legalmente”.
Foto: Plaza de Armas - Cusco. El Sur Bici-ble 2016.
Foto: Entrada a Machu Picchu - Cusco. El Sur Bici-ble, 2016.
Llegamos
en furgoneta a la entrada de la Hidroeléctrica y, justo ahí, empezó el trek de
3 días. Primero, hay que seguir el camino por la vía del tren. Es un camino
plano, de piedra y, de lado y lado, paisajes. De vez en cuando, pasa el Tren, y
es lindo verlo pasar, aunque no pasa lleno. Más o menos son 2 horas de camino
hasta llegar a un mariposario que queda a la entrada del pueblo de Machu Picchu, Aguascalientes.
Foto: Vías del Tren. El Sur Bici-ble, 2016.
Aguascalientes
es un pueblo lleno de hostales y hoteles. Parece un pueblo construido para
turistas, con un toque suizo –pero-en-Los-Andes. Caminamos un poco por el
pueblo, hasta encontrar un hostal por 30 soles la noche. Ducha, cena y a
dormir. Como compramos el primer turno para subir la montaña de Machu Picchu,
la advertencia fue llegar muy temprano, para empezar a subir. Y así lo hicimos.
Foto: Aguascalientes. El Sur Bici-ble, 2016.
A la
mañana siguiente, Juan y yo nos levantamos muy temprano y, acompañados de algo
de comida, una luz frontal y los perros madrugadores, salimos a las 4 y 30 am.
Un poco antes de las 5 am ya estábamos en la primera reja de entrada. Para
llegar a la entrada oficial del Parque, había que subir la primera montaña. Las
opciones son dos: subir en bus o subir a pie. Por ser el plan “B”, subimos
caminando, por el camino para caminantes.
Foto: Aguascalientes de madrugada. El Sur Bici-ble, 2016.
Muchas
escaleras hasta llegar a la entrada. A las 6 y 30 am estaba en la entrada del
Parque Nacional de Machu Picchu. Justo a tiempo para empezar a subir la montaña
Machu Pichhu a las 7 am. Y entramos. Lo primero que se ve son algunas casas y
luego la ciudadela completa de lo que, antaño, fue el hogar de los Incas. Sin
tantos turistas, con el corazón en la mano y muy emocionada por cumplir uno de
mis sueños, empecé a tomar algunas fotos, esas que se repiten diariamente y a
toda hora: una selfie sonriente con la montaña Huayna Picchu y la ciudadela de
fondo (por supuesto, acá comparto otra foto).
Foto: Machu Picchu y Huayna Picchu. El Sur Bici-ble, 2016.
Una
exploración de media hora al lugar y, a las 7 am, el registro oficial, antes de
empezar el segundo ascenso, con las piernas un poco ya cansadas, pero el
espíritu muy dispuesto. Y para arriba. Llegar a la cima de la montaña de Machu
Picchu me tomó algo más de una hora de ascenso por las también miles de
escaleras, sorteando de-cuando-en-cuando el vértigo que da mirar para abajo,
gracias a mi miedo a las alturas. Sin embargo, en la Cumbre, la vista se hace
más que maravillosa. No solo es la ciudadela de Machu Picchu y la montaña
Huayna Picchu, sino la cadena montañosa que emerge de nuestro planeta con todo
su poder de vegetación y tierra.
Foto: Cumbre de la montaña Machu Picchu. El Sur Bici-ble, 2016.
Ver
el amanecer en Machu Picchu mientras subo por su montaña. ¿Acaso hay momentos
más exóticos que esto? Claro que los hay, pero ese era mi momento con el sol,
con las montañas, con lo sagrado, conmigo. Sabía que quería dedicar ese esfuerzo
físico y emocional a tantas personas y aunque pensaba en varios momentos de mi
vida anterior y le susurré varios nombres al vacío, solo estábamos la montaña,
el sol naciente y yo, a 3082 msnm.
Foto: Amanecer en Machu Picchu. El Sur Bici-ble, 2016.
Descender
es quizás la parte más difícil: de frente con algunos abismos, bajando
escaleras sin barandas; por supuesto, es la montaña, haciendo terapia para el
miedo a las alturas. El dolor se intensifica en las piernas cuando viene la
bajada. Sabía que iba a perder algunas uñas, porque me dolían mucho. Sabía que
mis músculos generaban el ácido láctico que me mantendría inmóvil al siguiente
día y con algo de dolor los días siguientes. Lo cierto es que algo de mi se
desprendió ese día, mientras subía y bajaba de esas montañas. Algo nuevo
emergió como la cadena montañosa de Los Andes. Era yo, otra vez, después de
Machu Picchu.
Foto: Montaña Machu Picchu. El Sur Bici-ble, 2016.
EN
LA CONTEMPLACIÓN: ISLAS FLOTANTES DE LOS UROS
Salí
de Cusco pedaleando rumbo a Puno. En la ruta, de nuevo, Arielita y yo. Creí que
volver a pedalear sola después de la compañía de Juan iba a ser algo difícil.
Sin embargo, me sentía feliz. No estaba incómoda con mi soledad. Me sentía
plena conmigo. Y descubrir esa sensación fue muy importante: la paz que trae la
soledad. Pedalear con Juan fue lindo, compartimos momentos inolvidables, difíciles
para él o para mí y aprendí con él a viajar en compañía.
Foto: Islas Flotantes de los Uros. El Sur Bici-ble, 2016.
Desde
Puno se puede ir a las Islas Flotantes de los Uros. Contacté con una agencia de
turismo y organicé mi visita a las Islas y al cementerio de Sillustani. Para ir
a los Uros, se debe tomar una lancha que nos lleva a visitar algunas de las
Islas y también, desde allí, es posible viajar unos minutos en botes de totora.
Cambié mi caballito de acero, unos minutos, por caballitos de totora.
Foto: Caballito de totora para turistas. El Sur Bici-ble, 2016.
Las
islas están construidas también en totora, que los mismos habitantes van
tejiendo y allí mismo construyen sus casas. Lo interesante de ir en tour es que
el guía permite un acercamiento más eficaz con los habitantes y son ellos
quienes les explican a los turistas cómo construyen las islas, sus casas y los
barquitos de totora. Por supuesto, hacen del turismo su forma de sustento. Sin
embargo, creo que el mayor atractivo es justamente la inmensidad y gran azul
del Lago Titikaka, el lago más alto del mundo.
Foto: El suelo de Uros. El Sur Bici-ble, 2016.
Recordé
mis pocos días en Nuquí, en el pacífico colombiano, esperando a las ballenas,
contemplando el mar.
Foto: Lago Titikaka (saliendo de Perú). El Sur Bici-ble, 2016.
+ Fotos de Perú aquí...